Photos by Sergi Reboredo
Reboredo Sergi (Barcelona, 1971) studied at the Institute of Photographic Studies of Catalonia between 1998 and 2001, specializing in photojournalism and travel photography. His work on social issues has earned him several awards and recognitions in famous international competitions, among others, the International Photography Award Rafael Ramos García 2004. He currently works for the most prestigious magazines and teaches courses in photography.
Every July for the past 150 years, rich, poor and middling Haitians have made the journey from around the country and even abroad to the tiny village of Ville Bonheur and the nearby Saut d’Eau waterfall, 60 miles north of Port-au-Prince.
The legend behind the pilgrimage started in 1847, when Our Lady of Mont Carmel is said to have appeared on a palm tree and begun to heal the sick. Hoping to end what he considered blasphemy, a French Catholic priest cut down the tree, but worshipers still came. Eventually the church bowed to the inevitable, erected a cross and built a church on the spot.
Every July, the tiny rural community is transformed into a massive multireligious fair and street party.
In the town, pilgrims clutching rosaries or dressed in Erzuli’s red and blue colors walk from house to house singing and asking for offerings. Noisy street bands play drums and horns made of sheet metal.
Inside the church, the mood is more somber. Hundreds of believers—many wearing the variously colored belts and ropes associated with Vodou spirits—offer candles and flowers as they crowd the alter, clutching passports or photos, crying and praying to a statue of the Virgin Mary.
By the waterfalls, thousands wearing only underwear sang and chanted as they bathed and scrubbed their feet, arms, legs and everything else under the pounding, 100-foot-high waterfalls in the tree-ringed ravine. In addition to making offerings like a bull or a candle, the most important ritual at Saut d’Eau is bathing.
Un hombre recoge el agua que cae de la cascada para purificarse con ella. En esta fiesta de tradición vudú se honra a las diosas Iwa con ceremonias cristianas, como la veneración a la Virgen de los Milagros (conocida aquí como la Virgen del Carmen), en una simbiosis que mezcla el cristianismos con las raices africanas que traidas por los exclavos.En la lengua oficial créole, el término oficial de Vodou se refiere a la religión de Haití. Esta palabra proviene de la voz fon vudu (espiritu divino), que se usa todavía en Benin, cuna africana del vuduismo. Como antiguo reino de Dahomey, Benin proporcionaba los esclavos necesarios que se necesitaban en aquel momento en Haití, los cuales siguieron rindiendo culto a su religión ancestral. Los practicantes, suelen huir del término anglicanizado voodoo (de donde proviene el término español vudú por sus connotaciones morbosas y fuera de la realidad.
Los cuerpos, los cantos y la música rará, común en las celebraciones vudús, se mezclan con perfumes de hierbas y pociones preparadas para pedir favores a los espíritus. Los creyentes pasan horas en el agua, rezan, extienden los brazos al cielo, se abrazan.
Tres amigas se purifican el alma en el agua que mana de la cascada de Saut d’Eau. Para ellas este baño puede representar tanto la purificación como el hecho de que algunos de sus deseos se puedan convertir en realidad. La palabra Vodou procede de Benín y significa fon vodu (espiritu divino). Varias mujeres se bañan para purificarse y pedir favores a los espíritus. Aunque proviene de África, el vudú no es una religión animista en la que se rende culto a los espíritus, sino que los devotos creen en un solo dios, el Gran Met (Gran Maestro), al que adoran. Como en Gran Met está en un plano muy alejado del físico, para poder contactar con el en una ceremonia es preciso hacerlo a través de unas entidades menores llamadas Iwa que sirven como interlocutores entre Dios y los hombres.
Hoy día, el vudú, bajo distintas formas, se practica en Benín, Haití, República Dominicana y Cuba, donde se le conoce como santería o regla de Ocha. Cultos similares, como umbanda, macumba, quimbanda y candomblé, se practican en varios países de América Latina y el Caribe.
Varias mujeres rezan en el interior de la iglesia de Nuestra Señora del Monte Carmel. En las proximidades de esta zona miles de peregrinos acampan en tiendas de campaña, al raso o como huéspedes en las casas vecinas. Llegan después de muchas horas de camino a pie, en burros y en “tap tap”, los coloradísimos y típicos autobuses, en busca de buena suerte y beneficios. En el país más pobre de América, el costo de este viaje puede significar días o meses de trabajo, sacrificio que será recompensado por las bendiciones que les llegarán a los peregrinos al bañarse en las aguas místicas de la cascada de Saut d’Eau (salto de agua, en francés), en Ville Bonheur, departamento del Centro.
Interior de la iglesia de Nuestra Señora del Monte Carmel. Según la leyenda popular, en 1847 Erzulie Dantor, diosa vudú de la belleza y el amor, se apareció en el lugar sobre un árbol y empezó a curar enfermos y ejecutar milagros. Los sacerdotes católicos vieron en ello una blasfemia, talaron el árbol y erigieron una iglesia a pocos metros de distancia, en honor de la Virgen. Por obra y arte del sincretismo, Erzulie se camufló en la católica Virgen de Mont Carmel, o Virgen de los Milagros. Desde entonces, los haitianos consideran las aguas de Saut d’Eau, cercana a la iglesia, benéficas y curativas de todos los males.
Interior de la iglesia de Nuestra Señora del Monte Carmel. El 16 de julio tiene lugar la peregrinación vudú de Saut d’Eau en Ville-Bonheur, cerca de la capital, en la que los creyentes se bañan en una cascada sagrada. El 25 del mismo mes, devotos de toda la zona vestidos de rojo y azul acuden a Plaine du Nord a festejar el día de St. James, asociado con la deidad vudú Ogou Ferraille. Al día siguiente, muchos participantes se acercan a Limonade, donde se celebra el día de Santa Ana, asociado con Erzulie.
Varias personas se dirigen a Saut d’Eau para asistir a la primera de las tres grandes celebraciones católicas-vudúes que atraen a gente procedente de todas las partes del país y de todas las clases sociales. En 1847 una supuesta visión de la Virgen María sobre una palmera en Ville-Bonheur, comenzó a atraer peregrinos de todos los lugares convencidos de sus propiedades curativas. Se erigió una iglesia allí mismo, pero rápidamente los devotos locales empezaron a relacionar la visión con las cascadas cercanas de Saut deau, sagradas para Erzuli Cantor, el Iwa (espíritu del vudú) que suele representar a la Virgen.
Algunos consultan a los hougan (sacerdotes) o a las mambó (sacerdotisas) que según la creencia están poseídos por algunos de los loas, divinidades del vudú. los hougan y mambó son los encargados de la dirección del culto, jefes máximos de los altares consagrados a los santos, y a la vez son intérpretes de la voluntad de los loas. Existe un número casi ilimitado de Iwas, cada uno con características bien definidas que abarcan número sagrados, colores, dias, alimentos y objetos rituales.
Una vez van llegando al riachuelo que forma la cascada la gente se despoja de su ropa vieja. Los cuerpos, los cantos y la música “rará”, común en las celebraciones vudúes, se mezclan con perfumes de hierbas y pociones preparadas para pedir favores a los espíritus. Los creyentes pasan horas bajo en el agua, rezan, extienden los brazos al cielo, se abrazan. Muchos lanzan al cielo su ropa vieja, símbolo de un pasado que quieren dejar atrás, y traen consigo hierbas medicinales. Algunos consultan a los “hougan” (sacerdotes) o a las “mambó” (sacerdotisas) que estarían poseídos por algunos de los loas, divinidades del Vudú.
Mujeres, hombres y niños de todas las edades y condiciones sociales se reunieron entre el sábado y el lunes pasados en la cascada de Saut dEau, donde el ritual de los baños tiene por objetivo la purificación y limpieza del cuerpo. Los sacerdotes del vudú, “Houganes”, y las sacerdotisas, “Mambo”, toman el máximo protagonismo durante los tres días de festejos y proporcionan a los fieles las hierbas con las que éstos frotan sus cuerpos mientras el torrente de agua cae imparable desde lo alto de la montaña.
Miles de fieles, incluidos niños y embarazadas, se apiñan bajo una cascada para recibir el baño de la suerte y se invoca la figura de Ewa Ezili, una de los principales personajes del panteón vudú. Bajo la tromba de agua es imposible oír una palabra; los devotos bailan, hacen abluciones con sus botellas y sus cuencos de calabaza y se entregan a la comunión con sus santos, los ‘loas’. Estos tienen nombres barrocos y coloniales como Barón Samedi, Maman Brigitte, Papa Legba, Damballa y Papa Ogou.
Los católicos devotos del vudú llegan en masa desde los lugares más recónditos de Haití para realizar la purificación espiritual. Tanto los católicos como los devotos al vudú, realizan en masa el peregrinaje principalmente para llevar a cabo una purificación espiritual. Los fieles realizan una misa católica en la iglesia de Nuestra Señora del Monte Carmel, y desde allí realizan la procesión con una estatua de la Virgen María hasta la cascada.
Miles de fieles, incluidos niños y embarazadas, se apiñan bajo una cascada para recibir el baño de la suerte y se invoca la figura de Ewa Ezili, una de los principales personajes del panteón vudú. Bajo la tromba de agua es imposible oír una palabra; los devotos bailan, hacen abluciones con sus botellas y sus cuencos de calabaza y se entregan a la comunión con sus santos, los ‘loas’. Estos tienen nombres barrocos y coloniales como Barón Samedi, Maman Brigitte, Papa Legba, Damballa y Papa Ogou.
Los católicos devotos del vudú llegan en masa desde los lugares más recónditos de Haití para realizar la purificación espiritual. Tanto los católicos como los devotos al vudú, realizan en masa el peregrinaje principalmente para llevar a cabo una purificación espiritual. Los fieles realizan una misa católica en la iglesia de Nuestra Señora del Monte Carmel, y desde allí realizan la procesión con una estatua de la Virgen María hasta la cascada.
Cerca de la cascada, hombres y mujeres venden velas, cordones azules y blancos que representan a los loas e imágenes de la Virgen de los Milagros. Los tambores tocan ritmos sincopados, y algunas personas entran en trance, hablando en voz alta y moviéndose frenéticamente. Más allá de los estereotipos, que describen al Vudú como pura magia negra, rituales con muñecas, sacrificios de animales y muertos vivientes, ésta es básicamente una religión pacífica, en la que los ritos constituyen una experiencia mística para los iniciados. Existe también el Vudú Congo, que se distingue por el uso de maldiciones, males de ojo y “polvos maléficos”. Más de 60 millones de personas practican el Vudú en todo el mundo. Los rasgos de esta religión proceden de la cultura animista de un pueblo africano, los yorubas, provenientes de Nigeria, Benín y Togo.
Dos devotas comparten el baño de la suerte haciendolo más llevadero si cabe con un botellín de Ron Barbancourt, el ron haitiano por excelencia. El baño se realiza en una serie de charcas poco profundas y rodeadas de vegetación, cuyas aguas creen que son sagradas. En los alrededores se encienden velas y susurran ruegos a los adeptos que han tenido la suerte de ser poseidos por el mismisimo Erzuli.
Parte indispensable del ritual de purificación es sumergirse en las aguas de Saut d’ Eau rezando y frotándose con hierbas especiales. El ritual vudú pide que la persona se sumerja en las aguas de Saut d’ Eau desnudo o con la menor ropa posible. La mayoría opta por trajes de baño, pero otros valientes como esta mujer cumplen con los ritos al pie de la letra.
Los feligreses y adeptos comienzan desde muy temprana edad. En la foto una madre sostiene a su hija mientras la pequeña está en trance poseida por uno de los multiples espiritus vudús. Mujeres y hombres de todas las edades y clases sociales se bañan y rezan para purificar y limpiar su cuerpo. Para alcanzar la cascada los fieles deben atravesar varias escarpaduras de piedra caliza. El contacto con el agua representa el momento culminante, pero anteriormente a que esto suceda, los que aguardan pueden contemplar cómo algunos de sus amigos se mueven imitando el movimiento de las serpientes: han sido poseídos por la diosa africana Damballah-Wedo. El agua cae con una fuerza tremenda, de forma que no es raro advertir que algunos que se colocan debajo de la cascada dejan que su ropa sea arrancada literalmente a pedazos.
Una joven devota ha sido poseída por un Iwa, o espíritu. Existen multitud de Iwas, como por ejemplo Baron, al que se le conoce también como Baron Samedi. Es el espíritu de los muertos y el guardián de los cementerios. De sus poderes dependen por igual la procreación de los vivos y la putrefacción de los muertos y se representa como un esqueleto tocando con sombrero de copa, bastón y capa púrpura. Se le suele ofrendar con gallos negros, ron, puros y café y su equivalente podría ser San Gerardo.
Los sacerdotes del vudú, “Houganes”, y las sacerdotisas, “Mambo”, toman el máximo protagonismo durante los tres días de festejos y proporcionan a los fieles las hierbas con las que estos frotan sus cuerpos mientras el torrente de agua cae imparable desde lo alto de la montaña. “Esta fiesta mezcla las tradiciones del vudú y la honra a los diosas Iwa con otras tradiciones cristianas, como la veneración a la virgen de los milagros”.
En las cascadas de Saut d’Eau cuentan que se apareció la Virgen María en 1847. Desde entoces, cada 16 de Julio, miles de peregrinos se bañan en estas aguas convencidos de que un milagro sanará sus dolencias o de que sus deseos se convertirán en realidad. La adoración a la Virgen del Carmen, conocida en Haití como Virgen de los Milagros, se mezcla en Saut d’Eau con los ritos de vudú en un ejemplo más de la simbiosis existente en el país caribeño entre la religión católica y la religión traída de África por los esclavos. Los músicos de Rara, tradicionales bandas de música pagana compuestas de tambores e instrumentos de aire, fueron la banda sonora de los festejos en Saut d’Eau.
Un hombre poseido por uno de los espiritus del vudú se baña en una de las charcas poco profundas de la cascada de Saut d’Eau. Antes de que pueda invocarse a cualquier Iwa, Legba (el espíritu de los curces de caminos) debe abrir las puertas el mundo espiritual. Después se saluda hacia los cuatro puntos cardinales, agradeciendo la salida y la puesta de sol, y el nacimiento y la muerte. Entre los Iwas, Agwe es el señor del mar. Además de dar paso a través del agua, presta ayuda a las personas cuando nacen y salen del agua dentro de la madre, y en el momento de la muerte. Los devotos le ofrecen ron, tartas, carneros y su equivalente es San Ulrico.
El festival de vudú de Saut d’Eau se celebra cada año el 16 de Julio coincidiendo con el día en el que en 1847 apareció una visión de la Virgen Maria. Miles de devotos llegados de todos los lugares de Haiti se bañan en estas aguas para purificarse o pra perdirle al Gran Maestro que convierta en realidad sus sueños. El vudú es la religión mayoritaria de Haiti. Los adeptos necesitan ser poseidos por un espiritu Iwa para poder comunicarse con el Gran Met, ya que este se encuetra muy alejado del plano físico. En la fotografía una de las asistentes se encuetra poseida por el gran Iwa. Sus ojos están totalmente idos y sus movimientos son convulsos. Una mujer entra en trance. El trance, momento en el que los espíritus Iwa se introducen en el cuerpo de los sacerdotes, es una tónica habitual entre los participantes en el festival y no es extraño observar a personas poseídas que se dejan caer por el torrente de agua, con los ojos en blanco y con movimientos espasmódicos. Aunque el epicentro es el agua que arroja la cascada, todos los alrededores conforman diferentes lugares de culto donde los fieles encienden velas y rezan en árboles para pedir por la fortuna, el dinero o el amor.
El festival de vudú de Saut d’Eau se celebra cada año el 16 de Julio coincidiendo con el día en el que en 1847 apareció una visión de la Virgen Maria. Miles de devotos llegados de todos los lugares de Haiti se bañan en estas aguas para purificarse o pra perdirle al Gran Maestro que convierta en realidad sus sueños. El vudú es la religión mayoritaria de Haiti. Los adeptos necesitan ser poseidos por un espiritu Iwa para poder comunicarse con el Gran Met, ya que este se encuetra muy alejado del plano físico. En la fotografía una adepta se encuentra poseida por el gran Iwa. Grita y sus movimientos son convulsos. Una vez en la cascada, los creyentes pueden pasar horas en el agua, a veces en trance. Con sus brazos elevados al cielo, bajo la caída del agua o acostados en los cursos de agua que corren sobre grandes rocas, toman “el baño de la suerte”. Según la tradición, los fieles dejan como ofrenda una prenda de ropa o un objeto personal. La fiesta de la Virgen de “Mont-Carmel” atrae también a miles de jóvenes en busca de placeres, lo cual lleva a las ONG a multiplicar las distribuciones de preservativos en su lucha contra el sida.
Miles de peregrinos se bañan y arrojan su ropa a las caídas de agua de Saut D’Eau, donde los fieles creen que apareció la Virgen María, que en el vudú se llama Erzulie, en la década de 1800. Algunos devotos encienden velas y sacrifican vacas en las cercanías. Muchos viajan durante días, a pie o a caballo, para llegar al lugar sagrado, 65 kilómetros (40 millas) al noreste de Puerto Príncipe. Algunos incluso gastan la mayoría de sus ahorros para llegar.
El vudú haitiano es una fusión de las tradiciones de esclavos africanos con prácticas y santos católicos, que les permitía a aquéllos observar sus creencias bajo las narices de sus amos franceses. Hoy, muchos alternan libremente entre las dos creencias. Hay varios grados de participación en las ceremonias. Por ejemplo, una adepto no iniciado, al que llaman vodouisant puede ir a las ceremonias, pedir consejo y tratamiento médico a un houngan o una mambo, y participar en actividades relacionadas con el vudú. Como en otras religiones, para que el vodouisant se convierta en houngan o mambo ha de someterse primero a una serie de rituales y ceremonias de iniciación.
El festival de vudú de Saut d’Eau se celebra cada año el 16 de Julio coincidiendo con el día en el que en 1847 apareció una visión de la Virgen Maria. Miles de devotos llegados de todos los lugares de Haiti se bañan en estas aguas para purificarse o pra perdirle al Gran Maestro que convierta en realidad sus sueños. El vudú es la religión mayoritaria de Haiti. Los adeptos necesitan ser poseidos por un espiritu Iwa para poder comunicarse con el Gran Met, ya que este se encuetra muy alejado del plano físico. En la fotografía una de las asistentes se encuetra poseida por el gran Iwa. Sus sus movimientos son convulsos. Existen numerosas familias (nanchons en créole) de Iwa, a los que se invoca en diferente orden de acuerdo con el ritual. Una mujer entra en trance. Aunque la mayor parte de estos houguanes son hombres, la mujer también puede serlo siempre y cuando demuestre que tiene aptitudes para ejercer esta tarea. Su nombre en caso de ser elegida será manbo. Pero, también es posible que el houngan utilice sus poderes para convocar el mal. En este caso particular el sacerdote es llamado bokor. El vudú hatiano, que también tiene una vinculación con la cosmología, es un fuerte referente de la cultura popular de Haití, pues gran parte de los habitantes creen en la capacidad que tienen los bokor para hacer resucitar a los muertos y hacerlos trabajar en su provecho. Y de hecho, en su capacidad de provocar la muerte a sus enemigos.
Una mujer se baña en una de las pozas de Saut deau para conectar con un Iwa. Existen numerosas diversificaciones (nanchons en creóle) de Iwas, a los que se invoca en diferente orden de acuerdo con el ritual. Los Iwa invocados con más frecuencia son los del rito Rada, también conocidos como espíritus dulces o buenos. Casi la mayoría de las ceremonias consisten en invocaciones a los Rada. En otras ocasiones muy puntuales se invoca a los del rito Petro, los Iwa calientes, amargos o iracundos que se utilizan para practicar la magia negra. Los Iwa Gédé se les asocia con la muerte y con el tránsito al otro mundo. También existen los Iwa africanos como los Ibo, Senegal y Kongo.
El festival de vudú de Saut d’Eau se celebra cada año el 16 de Julio coincidiendo con el día en el que en 1847 apareció una visión de la Virgen Maria. Miles de devotos llegados de todos los lugares de Haiti se bañan en estas aguas para purificarse o pra perdirle al Gran Maestro que convierta en realidad sus sueños. El vudú es la religión mayoritaria de Haiti. Los adeptos necesitan ser poseidos por un espiritu Iwa para poder comunicarse con el Gran Met, ya que este se encuetra muy alejado del plano físico. En la fotografía una de las asistentes se encuetra poseida por el gran Iwa. Existe un gran número de Iwas, cada uno con características diferentes que abarcan números sagrados, colores, días, alimentos ceremoniales y objetos rituales. Una mujer entra en trance. Si bien el ‘vudú’ es básicamente una religión pacífica, basada en espíritus y fuerzas de la naturaleza, a las que se convocan en ceremonias en las que sus participantes alcanzan el éxtasis místico, se realizan curaciones y se sacrifican gallos, la mayoría de los occidentales asocia el vudú con la minoritaria, pero practicada, vertiente maléfica o ‘Petro’ (también llamada ‘Congo’). Esta magia negra es empleada para hacer el mal a través de maldiciones, males de ojo, creación de zombis -muertos resucitados por los ‘bokor’ o magos maléficos con aviesas intenciones- y orgías sexuales. Si hay un palabra que viene a la mente cuando se habla de Haití, esa es “vudú”. A pesar de que la mayoría de la población se reparte entre católicos y protestantes, los haitianos no tienen problemas en compaginar e incluso asimilar estas creencias con el vudú, en un ejercicio de sincretismo. Aunque se adora a un solo dios, Bondye, son también muy poderosos otros seres, como los ‘loas’ -Legba, Kalfu, Papa Gede o Erzuli- espíritus familiares y de las fuerzas del universo, y los ‘muertos’. Éstos, comandados por el Barón Samedi, ataviado como un empresario de pompas fúnebres, se dividen en dos grupos: los adorados, benefactores
Los cuerpos, los cantos y la música “rará”, común en las celebraciones vudúes, se mezclan con perfumes de hierbas y pociones preparadas para pedir favores a los espíritus. Los creyentes pasan horas bajo en el agua, rezan, extienden los brazos al cielo, se abrazan. Muchos lanzan al cielo su ropa vieja, símbolo de un pasado que quieren dejar atrás, y traen consigo hierbas medicinales. Algunos consultan a los “hougan” (sacerdotes) o a las “mambó” (sacerdotisas) que estarían poseídos por algunos de los loas, divinidades del Vudú. De hecho, los hougan y mambó son los encargados de la dirección del culto, jefes máximos de los altares consagrados a los santos y, a la vez, “son interpretes de la voluntad de los loas”.
Cuando cae el sol, el ambiente se hace más calmado y el aire está pleno de religiosidad. Una mujer arroja en un árbol perfume hecho con las hojas de “trois parole” (tres palabras) para la buena suerte, mientras reza con las manos juntas y da vueltas alrededor del tronco. Cerca de la cascada, hombres y mujeres venden velas, cordones azules y blancos que representan a los loas e imágenes de la Virgen de los Milagros. Los tambores tocan ritmos sincopados, y algunas personas entran en trance, hablando en voz alta y moviéndose frenéticamente. Más allá de los estereotipos, que describen al Vudú como pura magia negra, rituales con muñecas, sacrificios de animales y muertos vivientes, ésta es básicamente una religión pacífica, en la que los ritos constituyen una experiencia mística para los iniciados.
Todos los años, miles de haitianos acuden a la cuenca de una cascada sagrada para descansar y rezar por un futuro mejor. Cada julio, miles de haitianos se dirigen a Saut d’Eau, cascada situada 60 kilómetros al norte de Puerto Príncipe, en el peregrinaje más importante de la religión vudú de este país caribeño, según explicaba el diario mexicano La Jornada. Llegan después de muchas horas de camino a pie, en burros o en tap tap autobuses coloradísimos y típicos en busca de buena suerte y beneficios. En el país más pobre de América, el costo de este viaje puede significar días o meses de trabajo, sacrificio que será recompensado por las bendiciones que llegarán a los peregrinos al bañarse en las aguas místicas de la cascada de Saut d’Eau (salto de agua, en francés), en Ville Bonheur, departamento del Centro.
Una adolescente entra en trance poseida por un espíritu junto al riachuelo de agua que baja de la cascada en medio de la multitud. El Vodou es el nombre oficial en créole de la religión en Haití. Una mujer entra en trance. Para poder entrar en contacto con los loas y lograr así que el ritual alcance sus objetivos, es preciso pasar por una fase de trance. Durante la misma, el ti bon ange (alma menor) abandona el cuerpo, y con ella se lleva los pensamientos y emociones, para así dejar sitio al loa. Un bokor es capaz de entrar en trance por sus propios medios, pero un hounsi (iniciado) o una persona no iniciada necesitarán de poderosos estímulos externos (como el dolor intenso y prolongado, o la estimulación sexual fuerte) para lograr alcanzar este estado. Muchas personas no lo logran las primeras veces, pero cuando persisten descubren que en realidad no es tan complicado. En vudú Congo, existen distintas ceremonias para lograr diversos objetivos. Estos objetivos pueden ser: entrar en contacto con un espíritu o un dios; obtener ayuda de algún tipo; curarse o curar a alguien; y realizar actos de magia negra (muñecas, zombificación, trasplante de cuerpos, etc.). En todos los rituales Congo, el Nkisi exige algo a cambio, un sacrificio por parte del peticionario que demuestre su entrega, compromiso y lealtad. El sacrificio puede ser material (comida, dinero, oro…), físico (sexo, dolor, sangre…) o mental/espiritual (iniciación, compromiso, sacerdocio…). El vudú Congo siempre funciona, pero no todo el mundo está dispuesto a ofrecer tales sacrificios…
Una adolescente entra en trance poseida por un espíritu junto al riachuelo de agua que baja de la cascada en medio de la multitud. El Vodou es el nombre oficial en créole de la religión en Haití. Una mujer entra en trance. Para poder entrar en contacto con los loas y lograr así que el ritual alcance sus objetivos, es preciso pasar por una fase de trance. Durante la misma, el ti bon ange (alma menor) abandona el cuerpo, y con ella se lleva los pensamientos y emociones, para así dejar sitio al loa. Un bokor es capaz de entrar en trance por sus propios medios, pero un hounsi (iniciado) o una persona no iniciada necesitarán de poderosos estímulos externos (como el dolor intenso y prolongado, o la estimulación sexual fuerte) para lograr alcanzar este estado. Muchas personas no lo logran las primeras veces, pero cuando persisten descubren que en realidad no es tan complicado. En vudú Congo, existen distintas ceremonias para lograr diversos objetivos. Estos objetivos pueden ser: entrar en contacto con un espíritu o un dios; obtener ayuda de algún tipo; curarse o curar a alguien; y realizar actos de magia negra (muñecas, zombificación, trasplante de cuerpos, etc.). En todos los rituales Congo, el Nkisi exige algo a cambio, un sacrificio por parte del peticionario que demuestre su entrega, compromiso y lealtad. El sacrificio puede ser material (comida, dinero, oro…), físico (sexo, dolor, sangre…) o mental/espiritual (iniciación, compromiso, sacerdocio…). El vudú Congo siempre funciona, pero no todo el mundo está dispuesto a ofrecer tales sacrificios…
Una mujer está en trance. Fue en el siglo XVI que el vudú llegó a América como la religión polizonte de los esclavos africanos encadenados en Haití y Santo Domingo (lo que antes se llamó Isla Española). Como en otros cultos, en el vudú el instante previo a la muerte define de alguna manera el futuro del alma. Un creyente moribundo debe recibir por eso la visita de los hougans (sacerdotes hombres) o mambós (mujeres), encargados de liberar su alma de los espíritus que no lo dejan partir a donde tiene que ir, esto, en la ceremonia del “dessounen”. Por eso es que la Ra-Ra de este año llevaba encima una carga emocional tan fuerte: nadie pensó en el “dessounen” cuando Haití se caía a pedazos y la muerte llegaba multiplicada por miles en medio de las vibraciones del terremoto del 12 de enero. Se cree, entonces, que hay almas que aún vagabundean por todo el país sin poder elevarse hacia la reencarnación. Los reproches a modo de explicaciones aparecieron por todos lados: Los espíritus lo sabían, nos avisaron, pero no los entendimos, dijo días después del terremoto André Ismaite, un respetado “hougan”.
Una mujer en trance se baña en una de las pozas de Saut deau para conectar con un Iwa. Pero si las danzas e invocaciones tienen esa carga emocional intrínseca a los clímax religiosos, es el sonido de los tambores el que en realidad domina el paisaje. Es aquí donde el estado de trance ojos blancos, movimientos involuntarios, gestos ídem se extiende como un manto psicotrópico entre los ounsis. No son pocos los creyentes que se dirigen hasta Ville-Bonheur solo para mirar y terminan danzando en charcos de agua turbia para adorar, sin poder controlar ni su cuerpo ni su voluntad, a las deidades del reino Dahomey (tampoco son pocos, es cierto, los que no entienden nada y asumen esta ceremonia como puro teatro).
Una mujer en trance es ayudada por el resto de devotos al vudú. La mayoría de los ritos del Vudú empiezan con oraciones cristianas recitadas en francés, después la lengua cambia al criollo, combinación principalmente de francés, español, africano y patois- palabra esta última que los franceses aplican con desprecio a lo que no entienden. Empiezan las danzas extáticas y los tambores a ritmo cada vez más trepidante. Sus actividades de hechicería y conjuros, encierran fetichismo (palabra derivada de la portuguesa feitiço que data de 1760) luego siguen cultos paganos de sacrificio, manipulación en trance y comunicación con sus respectivos dioses, cuyos nombres indican su procedencia de Dahomey. El vudú fue perseguido en Haití desde 1685, en que sacerdotes católicos, administradores de plantaciones y de esclavos, prohibieron los cantos y las asambleas de negros, acompañadas o no de tambores. Eso contribuyó a su propagación pues esas asambleas eran claramente antiesclavistas.
Cada julio, miles de haitianos se dirigen a Saut d’Eau, una cascada situada 60 kilómetros al norte de Puerto Príncipe, en el peregrinaje más importante de la religión Vudú de este país caribeño. En el país más pobre de América, el costo de este viaje puede significar días o meses de trabajo, sacrificio que será recompensado por las bendiciones que les llegarán a los peregrinos al bañarse en las aguas místicas de la cascada de Saut d’Eau (salto de agua, en francés), en Ville Bonheur, departamento del Centro. Según la leyenda popular, en 1847 Erzulie Dantor, diosa vudú de la belleza y el amor, se apareció en el lugar sobre un árbol y empezó a curar enfermos y ejecutar milagros. Los sacerdotes católicos vieron en ello una blasfemia, talaron el árbol y erigieron una iglesia a pocos metros de distancia, en honor de la Virgen. Por obra y arte del sincretismo, Erzulie se camufló en la católica Virgen de Mont Carmel, o Virgen de los Milagros. Desde entonces, los haitianos consideran las aguas de Saut d’Eau, cercana a la iglesia, benéficas y curativas de todos los males.
Un marido ayuda a que sea más llevadero el trance de su mujer. Más allá de los estereotipos, que describen al Vudú como pura magia negra, rituales con muñecas, sacrificios de animales y muertos vivientes, ésta es básicamente una religión pacífica, en la que los ritos constituyen una experiencia mística para los iniciados. El vudú desempeñó un papel importante en la organización de la lucha por la independencia del pueblo haitiano. Una ceremonia vudú que ofició Bois Cayman en 1791, presidida por el sacerdote esclavo Boukman, se considera decisiva en las primeras rebeliones de haitianos que desembocaron en la independencia del país. Algunos mandatarios como Toussaint Louverture y Jean Jacques Dessalines lo prohibieron durante su mandato por el miedo potencial que les infligía.
Una mujer con los ojos prácticamente idos se encuentra en trance en las cascadas de Saut deau en Ville-Bonheur. El festival de vudú de Saut d’Eau se celebra cada año el 16 de Julio coincidiendo con el día en el que en 1847 apareció una visión de la Virgen Maria. Miles de devotos llegados de todos los lugares de Haiti se bañan en estas aguas para purificarse o pra perdirle al Gran Maestro que convierta en realidad sus sueños. El vudú es la religión mayoritaria de Haiti. Los adeptos necesitan ser poseidos por un espiritu Iwa para poder comunicarse con el Gran Met, ya que este se encuetra muy alejado del plano físico. En la fotografía una adepta se encuentra poseida por el gran Iwa. Grita y sus movimientos son convulsos. En esta religión, para que un adepto o vodouisant se convierta en sacerdote o houngan necesita primero someterse a una serie de ceremonias de iniciación. Durante el peregrinaje que se lleva a cabo en los días de julio el pueblo se llena de visitantes invadiendo todos los recursos disponibles. Durante el resto del año nadie se acerca a este rincón de Plaine du Cul de Sac, pero en esos días la gente acampa a sus anchas como puede. Algunos vienen provistos de tiendas de campaña, otros duermen en casas de amigos y los más acaudalados y algunos periodistas dormimos en el Hotel Villa Marie Robenson & Georges, un cuchitril de pensión de mala muerte que durante las fiestas hace pagar sus camas al abusivo precio de 100 dólares. Se aprovecha de ser prácticamente el único hotel de la ciudad y muchos deciden visitar el Wozo Plaza Hotel en el cercano pueblo de Mirebalais como mucha mejor reputación y un servicio más ajustado a su precio.
Un familiar intenta que no se haga daño esta mujer que ha entrado en trance y que esta poseída por un Iwa. Según la leyenda popular, en 1847 Erzulie Dantor, diosa vudú de la belleza y el amor, se apareció en el lugar sobre un árbol y empezó a curar enfermos y ejecutar milagros. Los sacerdotes católicos vieron en ello una blasfemia, talaron el árbol y erigieron una iglesia a pocos metros de distancia, en honor de la Virgen. El actual presidente, Aristide, estableció formalmente el vudú como una religión nacional igual que el cristianismo. Los rituales vudistas tienen la finaliad de agradar, alimentar y en última instancia invocar a los Iwa mediante la posesión de un cuerpo humano. El orden de las ceremonias se realiza mediante cantos y tambores que se baten en series de 13 golpes que simbolizan la llamada a las puertas de Ginen (Africa ancestral) al ritmo de palmadas de los asistentes.
Una mujer en trance se baña en una de las pozas de Saut deau para conectar con un Iwa. Exiten infinidad de Iwas, como por ejemplo Damballah que normalmente se pinta con una serpiente que se muerde la cola. El señor del cielo y gran zombi representa el caos y el orden en la creación del mundo. Tiene la dualidad de poder ser muerte y renacimiento, enfermedad y salud, y masculino y femenino. El equivalente que tiene en el cristianismo es San Pedro y las ofrendas que se le da suelen ser gallinas blancas, huevos, arroz y leche.
Cada julio, miles de haitianos se dirigen a Saut d’Eau, una cascada situada 60 kilómetros al norte de Puerto Príncipe, en el peregrinaje más importante de la religión Vudú de este país caribeño. Llegan después de muchas horas de camino a pie, en burros y en “tap tap”, los coloradísimos y típicos autobuses, en busca de buena suerte y beneficios. En la cascada se mezclan cuerpos y cantos con perfumes de infusiones preparadas para pedir favores a los loas. Se reencarnan en Iwas como por ejemplo Marasa que representa el amor, la verdad y la justicia. Lo normal es que se presenten los respetos en el inicio de la ceremonia que se asocia a procreación y con los niños, que suelen ser agasajados en la presentación de ofrendas. Sus equivalentes en el cristianismo son San Cosme y San Damián y normalmente se le ofrecen montones de comida.
Cerca de la cascada, hombres y mujeres venden velas, cordones azules y blancos que representan a los loas e imágenes de la Virgen de los Milagros. Los tambores tocan ritmos sincopados, y algunas personas entran en trance, hablando en voz alta y moviéndose frenéticamente. Más allá de los estereotipos, que describen al Vudú como pura magia negra, rituales con muñecas, sacrificios de animales y muertos vivientes, ésta es básicamente una religión pacífica, en la que los ritos constituyen una experiencia mística para los iniciados. Muchas personas en Haiti creen en la existencia de zombis, personas que vuelven de la tumba después de muertos para asustar a los vivos. Dicen que esto es posible gracias al bokor, hechicero, que dicen que sirve a los Iwa con las dos manos. A las victimas se les administra una especie de pócima secreta que les provoca un estado cataléptico muy parecido a la muerte y se encierra a la persona. Después, el bokor exhuma el falso cadáver y reanima de nuevo a la persona sumiéndola en un trance bajo el cual puede hacer con ella todo lo que le plazca, en general trabajos duros.
Trepar hacia la cascada de Saut deau, de una altura de 30 metros, no es fácil. Como ella, los peregrinos se dirigen a Saut dEau para asistir a la primera de las tres grandes celebraciones católicas-vudúes que atraen a gente procedente de todas las partes del país y de todas las clases sociales. Durante el resto del año los haitianos practican ceremonias en templos llamados peristilos, que son una especie de cobertizos que contienen un altar decorado con pinturas Iwa e imágenes de santos católicos junto a piedras, botellas de Ron Barbancourt y atados de hierbas. En medio del peristilo se levanta un poto mitan (poste central), eje entre el mundo celeste y el terrenal y punto por donde los Iwa penetran en el recinto. Los peristilos están consagrados a una rama determinada de Iwa y decorados en consonancia con pinturas en puertas y paredes y banderas colagadas.
Uno de los hombres asistentes al festival vudú de Saut deau que se celebra cada mes de julio en Ville-Bonheur. El festival de vudú de Saut d’Eau se celebra cada año el 16 de Julio coincidiendo con el día en el que en 1847 apareció una visión de la Virgen Maria. Miles de devotos llegados de todos los lugares de Haiti se bañan en estas aguas para purificarse o pra perdirle al Gran Maestro que convierta en realidad sus sueños. El vudú es la religión mayoritaria de Haiti. Los adeptos necesitan ser poseidos por un espiritu Iwa para poder comunicarse con el Gran Met, ya que este se encuetra muy alejado del plano físico. En la fotografía uno de los asistentes muesta una cruz cristiana. Los adeptos a este tipo de religión vudista también se consideran católicos. El vudú está presente de una manera u otra en casi todo el mundo en Haiti. Para poder contactar con el Gran Met se necesita un Iwa. El primer grupo de Iwa son los Rada, y su principal color ceremonial es el blanco. Al vudú también se le asocia a la magia. Baron Samedi es el último recurso contra la magia porque, incluso si un maleficio coloca a una persona al borde de la muerte, puede negarse a cavar la fosa, con lo cual esa persona no puede morir.
Cerca de la cascada, hombres y mujeres venden velas, cordones azules y blancos que representan a los loas e imágenes de la Virgen de los Milagros. Los tambores tocan ritmos sincopados, y algunas personas entran en trance, hablando en voz alta y moviéndose frenéticamente. En ese momento el Ron Barbancourt, el más típico de Haiti, entra en acción para que la fiesta sea completa. El festival de vudú de Saut d’Eau se celebra cada año el 16 de Julio coincidiendo con el día en el que en 1847 apareció una visión de la Virgen Maria. Miles de devotos llegados de todos los lugares de Haiti se bañan en estas aguas para purificarse o pra perdirle al Gran Maestro que convierta en realidad sus sueños. El vudú es la religión mayoritaria de Haiti. Los adeptos necesitan ser poseidos por un espiritu Iwa para poder comunicarse con el Gran Met, ya que este se encuetra muy alejado del plano físico. En la fotografía varias personas rezan mirando hacia la cascada mientras otros celebran este día mágico. El vudú o vodun es una religión originada en el área cultural de África Occidental en tiempos prehistóricos. Se trata de una variante teísta de un sistema animista de creencias, provisto de un fuerte componente mágico. Por su vinculación directa con la cosmología y los sistemas de creencias neolíticos, su estudio resulta de gran interés en el campo de la Paleoantropología. El vudú se cuenta entre las religiones más antiguas del mundo, a caballo entre el politeísmo y el monoteísmo. El tráfico de esclavos hacia América produjo un fuerte fenómeno de sincretismo entre esta religión arcaica y las creencias cristianas de los esclavistas, así como con las religiones nativas de los lugares adonde se transportó a los esclavos. De aquí surgiría el vudú haitiano y un gran número de derivativos: la Regla de Ocha o Santería en Cuba, el Candomblé, la Umbanda y Kimbanda en Brasil, etcétera. Algunos de estos derivativos han llegado a Europa en décadas recientes, sobre todo de la mano de emigrantes retorna.
Una de las asistentes al festival vudú de Saut deau entra en trance. El festival de vudú de Saut d’Eau se celebra cada año el 16 de Julio coincidiendo con el día en el que en 1847 apareció una visión de la Virgen Maria. Miles de devotos llegados de todos los lugares de Haiti se bañan en estas aguas para purificarse o pra perdirle al Gran Maestro que convierta en realidad sus sueños. El vudú es la religión mayoritaria de Haiti. Los adeptos necesitan ser poseidos por un espiritu Iwa para poder comunicarse con el Gran Met, ya que este se encuetra muy alejado del plano físico. En la fotografía una de las asistentes reza sin ropa. La ropa vieja se suele tirar al agua para luego, despues de purificado, vestirse con ropa nueva. El Vodun o Vudú es una forma teísta y mágica del animismo que se desarrolló entre las tribus de África occidental antes de la época histórica, en los territorios de lo que fuera el Reino de Dahomey (actual Benin). El área cultural de los pueblos Fon, Gun, Mina y Ewe comparten concepciones metafísicas comunes, centradas en torno a la idea de un principio cosmológico dual de orden divino. Por un lado encontramos al Dios Creador (cuyo nombre puede variar, pero que definiremos como Mawu) y por otro lado a una serie de Dioses o espíritus Actores, hijos del Creador. El Dios Creador constituiría así el principio cosmogónico, aislado de los asuntos mundanos, y los Voduns son los dioses o espíritus actores que rigen sobre las cuestiones terrenales.
Son muchas las embarazadas que acuden a este festival para pedirles a los espiritus del vudú que todo vaya bien en el nacimiento de su hijo. El Iwa de la maternidad se llama Erzuli Freda y sus simbolos son el corazón y un cuchillo. Se representa mediante una Virgen negra muda y con cicatrices a la que le ofrecen cerdos criollos y ron. El panteón de Voduns es grande y complejo. Hay siete hijos directos de Mawu, el principio cosmogónico, que son interétnicos y están relacionados con fenómenos naturales o personajes históricos y míticos, junto a docenas de Voduns étnicos, defensores de un determinado clan o tribu. Además están los Voduns modernos, procedentes fundamentalmente de Ghana. Diversos regímenes totalitarios en África occidental intentaron suprimir el Vodun junto a otras formas de religiosidad, pero hoy por hoy florecen de nuevo. Más de 30 millones de personas practican actualmente el vudú africano en numerosos países del Golfo de Guinea. Para cualquier persona interesada en el vudú originario, la historia comparada de las religiones o la antropología, visitar los museos y mercados vodun de Ouidah y Cotonou, en Benin donde es actualmente la religión oficial, o de Lomé, en Togo, resulta una experiencia fascinante. La religión vudú supone el creer en la vida después de la muerte, así como en la existencia de diversas jerarquías espirituales de ánimo maligno, benigno o amoral, llamadas loas. Éstas supuestamente influyen en el mundo terrenal gracias a la acción de un hierofante.
Los sacerdotes del vudú, “Houganes”, y las sacerdotisas, “Mambo”, toman el máximo protagonismo durante los tres días de festejos y proporcionan a los fieles las hierbas con las que éstos frotan sus cuerpos mientras el torrente de agua cae imparable desde lo alto de la montaña. Esta fiesta mezcla las tradiciones del vudú y la honra a los diosas Iwa con otras tradiciones cristianas, como la veneración a la Virgen de los Milagros. Entre esos Iwas está por ejemplo Erzuli Cantor, comparable a Venus, y como equivalente a la Virgen Maria en el cristianismo. Erzuli Cantor es el Iwa del amor. Se la representa también como La Sirene, una sirena que encanta con su belleza y su trompeta. Normalmente se le entregan ofrendas consistentes en perfume, vino, tartas y joyas.
Aunque el epicentro es el agua que arroja la cascada, todos los alrededores conformaban diferentes lugares de culto donde los fieles encenden velas y rezan en árboles para pedir por la fortuna, el dinero o el amor. Con ritmos frenéticos y excitantes la música contribuye al éxtasis colectivo que en determinados momentos alcanzaba la celebración. El festival de vudú de Saut d’Eau se celebra cada año el 16 de Julio coincidiendo con el día en el que en 1847 apareció una visión de la Virgen Maria. Miles de devotos llegados de todos los lugares de Haiti se bañan en estas aguas para purificarse o pra perdirle al Gran Maestro que convierta en realidad sus sueños. El vudú es la religión mayoritaria de Haiti. Los adeptos necesitan ser poseidos por un espiritu Iwa para poder comunicarse con el Gran Met, ya que este se encuetra muy alejado del plano físico. En la fotografía una de las asistentes se encuetra poseida por el gran Iwa. Los Iwa invocados más frecuentemente son los del rito Rada, a los que también se les conoce como duces o buenos. La función de un houngan, es, mediante la ayuda de los entes que convoca, conseguir curaciones, información determinada, (no confundir con las visiones chamánicas) e influir sobre la naturaleza. Todo ello con fines benignos. La mujer puede ser también houngan si tiene aptitudes y es elegida para ello, denominándosela manbo. Es posible que el houngan tenga nefastas intenciones o que utilice su poder de convocatoria para el mal, entonces es denominado bokor. El vudú americano es un nítido ejemplo de evolución sincrética entre esta religiosidad teísta-animista, las creencias cristianas de los esclavistas y religiones locales de pueblos como los Taínos, que se inició cuando muchos africanos del Golfo de Guinea fueron utilizados como esclavos en Haití y otros lugares del Caribe.
El trance, momento en el que los espíritus Iwa se introducen en el cuerpo de los sacerdotes, es una tónica habitual entre los participantes en el festival y no es extraño observar a personas poseídas que se dejan caer por el torrente de agua, con los ojos en blanco y con movimientos espasmódicos. El vudú ha sido un fuerte referente para la cultura popular, debido a la atribuida capacidad de los bokor para resucitar a los muertos y hacerlos trabajar en su provecho (zombies), así como la de provocar la muerte a voluntad. De igual interés popular han resultado otros elementos folclóricos como las muñecas vudú. Existe una amplia literatura y filmografía al respecto, que tiende a deformar y demonizar lo que hoy por hoy es la religión de más de 40 millones de personas en todo el mundo.
Persona en trance, que con los ojos en blanco y mediante movimientos espasmódicos, se encuentra poseida por uno de los espíritus de Iwa. Los adeptos al vudú realizan una vez al año esta peregrinación coincidiendo con la fecha en la que fue vista en 1847 una visión de la Virgen Maria. En general, en el vudú se considera que existe una entidad sobrenatural última, llamada de diversas maneras, siendo las más habituales Bondye o Mawu (en ocasiones se hace referencia a una pareja, Mawu y Lisá), regente del mundo sobrenatural, pero ésta es inaccesible y permanece ajena al mundo de los humanos, por lo que la comunicación con ese mundo sobrenatural ha de llevarse a cabo a través de los numerosos loas (el Baron Samedi, la Maman Brigitte, Damballa, etc), entidades también sobrenaturales que actúan como deidades intermediarias y que conforman de hecho el eje central del vudú, teniendo cada uno de ellos una personalidad diferente y múltiples modos de ser alabados (por canciones, bailes, símbolos rituales y otros). Si bien no existe una estructura religiosa homogénea, un sacerdote vudú tiene la función de ponerse en contacto con los loas invocados, hablando el loa a través de él, por lo que se atribuye a los sacerdotes un gran poder, y recibe genéricamente el nombre de houngan, o si se trata de una mujer, mambo. El término bokor se reserva para un houngan que usa su poder para el mal, sería asimilable al vocablo brujo.
Un hombre en trance en una de las pozas de Saut deau. El festival de vudú de Saut d’Eau se celebra cada año el 16 de Julio coincidiendo con el día en el que en 1847 apareció una visión de la Virgen Maria. Miles de devotos llegados de todos los lugares de Haiti se bañan en estas aguas para purificarse o pra perdirle al Gran Maestro que convierta en realidad sus sueños. El vudú es la religión mayoritaria de Haiti. Los adeptos necesitan ser poseidos por un espiritu Iwa para poder comunicarse con el Gran Met, ya que este se encuetra muy alejado del plano físico. En la fotografía un adepto se encuentra poseido por el gran Iwa. Grita y sus movimientos son convulsos. El trance, momento en el que los espíritus Iwa se introducen en el cuerpo de los adeptos. Desde primeras horas , los fieles haitianos comienzan a acudir a los campos santos cargados de café, «klerec» (bebida autóctona de fuerte graduación alcohólica) y todo tipo de alimentos para ofrecer a los espíritus. El vudú, aunque no de una forma siempre visible, está presente en todos los ámbitos de la vida del país y hasta los colores azul y rojo de la bandera nacional representan a Ogou, espíritu de la guerra, el fuego y el cosmos. Previamente el rito exige que estas mujeres consagradas a la religión vudú purifiquen sus cuerpos y limpien sus órganos sexuales con el líquido que extraen de una botella repleta de hierbas antes de recibir al espíritu. Violentos movimientos, bailes y una continúa ingesta de alcohol caracterizan los momentos en los que las sacerdotisas del vudú prestan sus cuerpos a los espíritus de los muertos. La multitud, que en todo momento permanece alrededor de los sacerdotes, anima con cantos y gritos a éstos en sus contactos con el otro mundo. Otra de las características esenciales de esta religión de origen africano es su profunda fluidez, en parte porque no tiene liturgia ni teología escrita y en parte por las diversas influencias que ha tenido de otras religiones.
Cada lúa se distingue no sólo por sus rasgos de carácter y sus actuaciones, sino asimismo por sus gustos y preferencias: Ercilí está indisolublemente asociada a la pareja de palomas blancas y a los peces fritos en aceite, así como a los dulces finos, al merengue y al liqué. A casi todos los Ogún se les relaciona con la ingestión desmesurada de bebidas alcohólicas y, a los luases diablos, con el sacrificio de verracos, signo inequívoco de su poder bestial. Los santos “comen” como los hombres, se alimentan con la sangre y otras partes ofrendables de los animales y demás alimentos que se les entregan en las ceremonias conocidas, muy significativamente, con el nombre de manyé-luá. Las ofrendas constituyen la materialización de la relación contractual establecida entre la divinidad y su caballo: ésto se las ofrece en pago a los servicios recibidos, al bienestar alcanzado y, en síntesis, a la labor realizada por aquélla en un período. También, esperando buenos frutos como resultado de su actuación futura. Cuando el lúa no recibe lo que se le ofreció en recompensa por sus trabajos, se venga de su “hijo” de diversas maneras. De modo que el equilibrio en la relación servidor/luá se logra a base del cumplimiento de los “sacrificios” pactados entre uno y otro. La ofrenda, en efecto, constituye un claro indicador de la relación mencionada. Si un lúa rechaza una comida, es una señal de que algo ha quedado mal y que la divinidad está disgustada. Todo debe disponerse en el manyé de modo riguroso de lo contrario se producirán reacciones negativas como la apuntada. Cuando Ercilí no se posesiona de su caballo es porque manifiesta ese rechazo y entonces deberá repetírsele la ceremonia, habitualmente al año siguiente.
Un practicante voduista puede haber llegado a adquirir la experiencia y condiciones exigidas para ejercer el oficio de modo independiente. En ese caso tiene que construir una casita (denominada en Haití caye-mystére (cai-misté) destinada exclusivamente a los luases, separada de su casa de vivienda. Para su confección se emplean diversos materiales. En las zonas rurales lo más común es que este templo, por lo general pequeño, tenga paredes de tablas de palma o se empleen yaguas y techo de guano, es decir, sea un bohío. En los centros de culto vodú existentes en áreas urbanas, estas “casas de los misterios” o de luases son construidas con una variedad mayor de materiales, que va de las paredes de tablas o de mampostería hasta el techo de zinc o de hormigón. Es frecuente encontrar en las casas de vivienda de los haitianos y sus descendientes pequeños altares levantados en un lugar poco visible de un dormitorio; en ellos los inmigrantes, por lo general, colocan imágenes de santos católicos, arbustos y otros objetos propios del vodú. En el suelo de esa habitación, cuando se trata de un oficiante, pueden observarse también sobre una alfombra de saco de yute o, en la superficie del suelo, objetos tales como carreteles de hilo de coser, monedas fraccionarias, etc., y tal vez una mesita con otros objetos rituales.
Una pareja de haitianos junto a la cascada de Saut deau. Los oficiantes voduistas haitianos muestran simplicidad en el vestuario y los atributos que insertan en él como claro referente religioso. No ocurre así entre sus descendientes que ostentan jerarquías semejantes, en quienes se observa, por el contrario, una sobrecarga en los elementos visibles. Así, muestran múltiples tipos de collares con cuentas de semillas con las que se hacen los que se venden en algunos establecimientos públicos. Entre ellas insertan otros objetos, como chapas de llaveros y las denominadas “lágrimas” de cristal de las lámparas de araña. En un collar observamos decenas de carreteles de hilos de coser de diferentes colores. Es evidente que a la función cultural se añaden elementos decorativos. No faltan en estos atributos medallas de oro con imágenes de santa Bárbara o de la virgen de la Caridad del Cobre.